Martes 23 de abril de 2024

Columna / enero 10, 2015 / Tiempo de lectura 2 minutos, 44 segundos

Gusto por la lectura

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publicado hace 9 años

Por Roberto Blanco

La lectura propicia la comprensión de otros pueblos y culturas, de ahí que tenga un efecto conciliador indudable. En la constitución de la Unesco dice: “En la mente de los hombres es donde debe erigirse el baluarte de la paz. El libro constituye una de las principales defensas de la paz y de la unión entre los pueblos, pues tiene una gran influencia en la creación de un clima intelectual de amistad y de mutua comprensión”.

Al leer un libro entramos en contacto con aspectos de nuestra personalidad que tal vez desconocíamos. Esto hace crecer y enriquecer el propio conocimiento. El mundo que presenta el libro relativiza el mundo concreto en que vivimos, nos hace entrar en otro y mirar con sana distancia la vida cotidiana, liberando tensiones a las que a menudo nos vemos sometidos a diario. Somos parte de un universo más amplio. Y mucho de ese universo ancho está en los libros, enfatiza Rosario Paniagua.

La lectura es un barómetro para medir la calidad de vida de las personas y los pueblos. Flaubert, novelista francés, daba este consejo: “Leer para vivir”.

Leer es un arte que necesita aprendizaje, no se nace lector. Cuando se descubre el placer de leer, se suele ejercer una sana pedagogía hacia otros invitándoles a seguir esa huella fascinante; esta es también nuestra pretensión.

En el mundo de la lectura, las personas se experimentan a sí mismas; no es extraño que el texto interpele, cuestione, haga pensar, distraiga y amplíe el mundo de valores e intereses. Pero hay que elegir bien las lecturas y ser constantes en la práctica de leer.

El libro es un maestro generoso que no regatea su saber ni se cansa de repetir lo que sabe. Para las personas que ya han recibido una instrucción, el acto de la lectura debe ser tan normal como caminar o respirar. No hemos de renunciar al mundo del saber; evidentemente está en nuestras manos, en las bibliotecas.

Hay que reconocer que el hábito de la lectura se ha perdido extremadamente por la cantidad de información en manos de los jóvenes, pero la mente inquieta debe reconocer la bendición de la buena lectura.

Acabo con una reflexión de Gregorio Marañón: “El libro bueno es el amigo ejemplar que da todo y nada pide. El maestro generoso que no regatea su saber y no se cansa de repetir lo que sabe. El fiel transmisor de la prudencia y de la sabiduría antigua. El consuelo de las horas tristes... El sedante de nuestro dolor. El consejero de las grandes decisiones. El vigor en los momentos de flaqueza. Y después de todos estos beneficios, el libro tiene la humildad de volver en silencio a la estantería; no nos pide cuentas de lo que ha dado y no nos guarda rencor si no somos agradecidos”.

¡Adelante, pues, con la buena literatura en todo este año 2015¡


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